¿Cómo Chris Marker te enseña a reinventarte?
Eran las 12 de la noche. Estaba sentado en mi cama con la laptop sobre mi regazo, preparando el material para el día siguiente. En aquél tiempo enseñaba guión documental en una escuela de cine. La clase iba a tratar sobre el trabajo del cineasta Chris Marker.
Me estaba quedando dormido. Había comenzado mi día muy temprano y durante toda la jornada no había parado a descansar, ocupado en terminar todos los puntos en mi lista de pendientes.
Escuché un maullido que me sacó del sopor. Yo no tengo gatos ni tenía en esa época. Debía de ser de afuera así que me asomé por la ventana. Seguía maullando y lo escuchaba muy cerca pero no lo encontraba. Parecía que el sonido venía de la puerta del departamento, la cual dá a un balcón dónde están las escaleras.
Abrí la puerta: ahí estaba un gato blanco con negro sentado en el marco esperandome. Entró como si estuviera en su casa. Al recuperarme de mi asombro lo seguí y cuando llegué al área de estar lo vi sentado en una de las sillas del comedor mirándome fijamente.
No practico la telepatía pero supe inmediatamente lo que quería. Fui al refrigerador, saqué la leche y le serví un poco en un plato hondo.
Escuché un sonido computarizado que venía de mi cuarto. Sobre la cama encontré mi vieja macbook con la pantalla llena de pixeles enormes, verdes, amarillos y rojos… como si fuera un antiguo juego de Atari.
Espero no se haya descompuesto pensé. Era la única herramienta que me quedaba para poder dar clases apoyado por algo más que mi voz, proyectando las imágenes en la pared del salón.
Había estado bajando torrents ilegales para poder mostrarles algunos extractos de las películas del cineasta en cuestión a mis alumnos. Al revisar la computadora me percaté de que no respondía a ningún comando pero no quise apagarla por miedo a perder la presentación que había estado preparando.
Dí un gemido salvaje y golpeé con fuerza el colchón para desquitarme. El ordenador profirió otro sonido digital low fi. Creí que un virus se le había metido entre todas esas cosas que descargué de la deep web.
El programa que se había activado sin mi consentimiento tenía letras pixeladas en blanco con contornos azules acompañadas de una música de sintetizador muy simple. Decía: “Viaja al 2084 sin sentimiento de vértigo”
Presioné cursor y apareció la siguiente ventana que contenía instrucciones ilustradas con fotos antiguas para aprender paracaidismo.
“En el futuro la imaginación podría ser una labor abandonada por los seres humanos” comenzó a decir una voz reflexiva femenina. “Falsamente vista como un trabajo que requiere un esfuerzo innecesario y poco científico. La creación de su propio futuro quedaría en manos de las pantallas robóticas omnipresentes. La invención y el deseo se habrán intercambiado por el estímulo instantáneo. Las personas no serán capaces de comunicarse con pensamientos propios sin recurrir a la mini pantallas instaladas en la orilla de sus ojos izquierdos.
Un medio eficaz de seguir adelante para aquellos que despiertan a esta pesadilla tecnológica es la aplicación de los ejercicios compuestos en un folletín llamado Artemutación que se distribuye de manera clandestina de mano en mano, y cuyo origen proviene de la resistencia organizada. En ese folletín se encuentran técnicas valiosas para el autodescubrimiento y la transformación a través de la creatividad.
La única forma de escapar sería uniéndose a este cuerpo de resistencia llamado Maquis, con quienes se aprenden las artes del paracaidismo para saltar por fin lejos de estas ciudades voladoras que han perdido el contacto con la Tierra”.
Tengo que aceptarlo; Por más rudimentaria que pareciera la estética antigua de ese software, su narrativa me había seducido. Ya no pude seguir pensando en la clase que daría al día siguiente.
Volteé momentaneamente a ver por la ventana pues había una forma un poco indefinida que se recortaba contra el negro de la noche. Parecía ir cayendo suavemente por los aires. Es un globo que alguien habrá perdido; pensé.
Volví a dar click con el mouse. La siguiente pantalla daba a escoger entre dos opciones:
¿Cuál sería la mejor decisión? Ninguna de las dos opciones parecía darme alguna pista que tuviera que ver con la información previa.
De pronto el gato que se había metido a mi cuarto, de un salto llegó al alféizar de la ventana y se quedó mirando hacia abajo con mucha atención y los ojos bien abiertos como de loco. Me paré y me asomé. En la calle había una tela blanca terminando de caer suavemente suspendida por lo que quedaba de aire entre ella y el suelo. Algo parecido a unos brazos se movían por debajo de ella, tratando de doblarla o algo así.
Una cabeza acompañada de un cuerpo con una mochila apretada a su espalda, salió de entre la tela. Pronto comprendí que se trataba de un paracaidista. Lo primero que me vino a la mente es que era un militar que había aterrizado aquí como parte de una ataque en contra del cártel del narco. Voltee a los lados esperando ver a sus enemigos preparados para disparar.
Aquí se va a armar un zafarrancho; pensé.
El militar volteó a verme. “¡Me descubrió!” pensé. Mi primera reacción fue querer esconderme, pero entonces gritó: “¡Amadeo!”
¿Cómo sabe mi nombre?
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¿Amadeo no me reconoces? Negué con la cabeza.
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El programa que tienes en tu computadora fue lo que activó mi vaje desde Ulán Batur hasta aquí.
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No te recuerdo. No te conozco – respondí – ¿Quién eres?
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Soy Hipólito. Ven, ayudame a doblar mi paracaídas antes que la gente se percate de mi presencia.
Bajé. Salí a la calle y le ayudé a recoger su paracaídas.
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Rápido vamos adentro – Ordenó Hipótilo.
Entró al departamento como si ya lo conociera.
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Hola Milou
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¿Cómo conoces al gato? Ni si quiera sé de dónde salió.
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Inmemory, dijo.
Yo respingué.
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Inmemory, volvió a decir con firmeza. Inmemoria. Todo lo que recordamos lo hacemos con tal de contarnos lo que conviene ya sea a nuestro crecimiento o al crecimiento del ego.
Pero… ¿Qué es el ego si no soy yo? Pensé. Lo cual me hizo recordar algo que decía uno de mis maestros espirituales, Facundo Cabral.
“El bien se alimenta a sí mismo, el mal se destruye a sí mismo” .
Me tomó suavemente del hombro y me condujo al cuarto. Señaló la pantalla y dijo:
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La opción 2 es conocer al programador. Abrirá una ventana de la terminal, para escribir instrucciones. Por medio del cual puedes reconfigurar el futuro, para que no sea escrito por las máquinas, sino por el poder de la imaginación de Los Maquis, que resisten la ocupación tecnócrata. Algo parecido a los NeoZapatistas en Chiapas, pero en el futuro. Y en lugar de llevar pasamontañas, se pronuncian en contra de los cubre bocas y a favor del verdadero contacto humano.
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La opción 1 es conocer al Biólogo. Te lleva al inicio del juego, más allá de lo virtual. Un mundo orgánico donde cada pista se encuentra entre la naturaleza mientras sigues a un personaje que recuenta sus experiencias a través de pequeños reportajes. Con un estilo que combina la estética de las revista de los 50s y el software de los 90s.
Siento el ronroneo de Milou que acerca su cabeza a mi nariz tratando de despertarme. Su ronroneo se va volviendo un temblor, ¡un terremoto! Lo quito con brusquedad hasta que me doy cuenta que es en realidad el vibrador del celular que uso como despertador.
Soñé con Christian Hippolyte-Francois George Bouche Villeneuve, también conocido como Chris Marker, a través de sus películas que funcionaban a la vez como dispositivos pasivos e interactivos.
Me bañé, desayuné. Lavé los trastes incluído el plato hondo y me fuí.
Ese día daría una clase con la esperanza de inspirar a mis alumnos a confiar en sus propias voces y atreverse a ser como nadie, tal como lo hizo Marker.
Me encantó. Con todo y los enlaces que pudieron sacarme de mi afan de terminar de leer lo primero…☺️